cULTURA
José Manuel Acevedo
Su nombre de pila es Juan Esteban Velásquez Echavarría, pero todo el mundo lo conoce como ‘Candelo’. Él, a su vez, piensa que ‘Candelo’ rescató a Juan Esteban y que, por eso, su sobrenombre fue más bien el anuncio de un nuevo comienzo. Uno distinto. Uno bueno. Creció en Villatina, en Medellín, un barrio que ha pasado por las duras y las maduras, a punta de masacres, exclusión y hasta tragedias naturales.
Es pelirrojo, tiene 29 años y una llama por dentro que se irradia entre los jóvenes paisas que más necesitan oportunidades. Como suele ocurrir con el fuego, a veces sirve para iluminar el camino, pero en otras ocasiones quema. ‘Candelo’ lo sabe bien: de pasar tres años en una penitenciaria, cargar un arma y hacer “mandados” desde que era un niño, hoy por hoy se ha convertido en un gran inspirador para la juventud paisa. El rap lo salvó de la manera que menos lo esperaba y, ahora, él salva a muchos jóvenes que han encontrado en el arte y la cultura popular un escape de la violencia a la que parecían condenados.
Yo nací en la comuna 8 de Medellín, exactamente en el barrio Villatina. Yo soy un pelao que nací con muchos retos; no digamos dificultades, sino retos. Mi papá y mi mamá se juntaron siendo menores de edad. Mi mamá llegó del campo y a mi papá le tocó crecer en esa Medellín donde estaba muy marcado el tema del conflicto. Mi mamá es una mujer muy trabajadora y mi papá, lamentablemente, por el estilo de vida que le tocó vivir, terminó haciendo lo mismo que hacía el resto de los jóvenes, que era estar en grupos ilegales. De ahí vengo yo.
Yo viví dentro de la violencia, Jose. Crecí ahí. Siempre me tocó ver eso por parte de mi papá. Él maltrataba a mi mamá todo el tiempo y en el barrio eso era lo que había. Yo normalicé la violencia. Yo tenía ese espejo y era un tema de supervivencia: o hacías parte del combo o te quedabas sin comer. Seguí los pasos de mi papá y eso me llevó a estar tres años en una penitenciaría.
Gracias al rap he podido tener una vida profesional. Me ha permitido desarrollar unas habilidades culturales que yo creía que no tenía
Mirá, Jose, fue un momento muy difícil. Tenía 13 años. Eso uno no se lo desea a ningún pelao de esa edad. Mi madre siempre ha sido muy correcta. Descubrió que yo tenía un arma en la casa y ella misma decidió entregarme. Ella se daba cuenta de lo que yo estaba haciendo y no lo compartía. Quería otro futuro para mí y aunque le costara mucho entregar a su hijo a las autoridades, lo hizo y hoy yo creo que ese fue el regalo más grande que me dio. Yo entré, en ese momento, con mucha rabia. Me sentía traicionado; como que el mundo se me vino encima. Fueron tres años muy largos. No te lo puedo negar. Yo siempre pensé que mi vida duraría hasta los 18.
Eso pasa, pero a mí no. Esa experiencia de tres años ahí me dio callo y yo empecé a entender, aunque a las malas, que todo tenía consecuencias en la vida pero todavía seguía queriendo consecuencias positivas aunque no las hubiera conocido. Me hacía preguntas y no encontraba respuestas pero no dejaba de preguntarme cosas e inconscientemente me planteaba ya algunas reflexiones.
Cuando salgo, yo quería acabar con el mundo entero. Seguía con mucho odio. Y la violencia continuaba ahí afuera, igual que siempre. Cierto día, ya en la calle, me mandan a hacer algo y yo voy y no fui capaz de hacerlo. Ahí, ese día y en esa zona, conozco a unos raperos. Estaban improvisando. Yo me les hice ahí, no porque me naciera sino porque necesitaba camuflarme para pasar desapercibido y estos manes me dicen: “hay un lugar donde nos están enseñando a rapear. Vení pa que caigas, si querés” y así fue que cada vez que quería esconderme del mundo, comencé a estar ahí con ellos y arranqué a ver unas conversaciones totalmente diferentes dentro de mi barrio. Yo me acuerdo que yo veía a esos manes como insignificantes, pero en la medida en que los iba conociendo dije: “esta gente es feliz”.
Así mismo. Yo digo que somos olvido en el camino, pero ver a estos manes en el barrio de la violencia y de la falta de oportunidades, sonriendo y con sueños, me hizo pensar que era posible escoger entre dos realidades cuando antes solo veía una. Yo en mi vida había visto un computador y estos manes tenían un ‘compu’ y un micrófono para grabar. Hablaban de trabajar para llevar plata a sus casas y yo empiezo a ver todo eso y el cambio comenzó. Ahí, con los muchachos, decidimos que íbamos a crear una escuela de rap para enseñarles a los demás y no había un propósito mayor. Ahí encontré ese propósito de servir y en ese momento mi vida empezó a tener sentido.
Es como ese vehículo que me ha permitido llegar a todos los espacios. Es increíble pero gracias al rap he podido tener una vida profesional. Me ha permitido desarrollar unas habilidades culturales que yo creía que no tenía. Ha sido un canalizador de energías.
“Es un día ardiente donde el sol calienta. Prendo la tele y, como es costumbre, a veces, nada te alienta. Observo al barrio, la belleza ardiente y, como un poeta, falta dinero pa pagar la renta. Un optimista que la vida premia, mucho trabajo duro pa callar blasfemias. Dicen que se necesita suerte pero no es suerte. Es trabajo y empeño”. Uno siempre tiene que ser optimista, pase lo que pase, es lo que pienso yo.
Imagináte, Jose. Hace poco hicimos sondeo y sobrepasamos los 5.000 jóvenes que han pasado por esta escuela o a los que hemos podido ayudar con sus procesos culturales y sociales, desde 2008. Gracias a Dios he tenido la oportunidad de estar en otros países de Latinoamérica para contar lo que estamos haciendo. Necesitamos mucha más ayuda, eso sí.
Han sido varios. Haber sido escogido como un ‘global shaper’ fue muy importante porque es una comunidad muy grande que incide en cambios en el mundo, pero te digo la verdad: ni cuando fui a conocer la Casa Blanca he sido tan feliz como cuando empecé a tener un reconocimiento y un acercamiento con el empresariado de Medellín. Fue como conocer la otra cara de la moneda. Darse cuenta de que Colombia no está tan dividida como nos la quieren vender, es toda una revelación. Al final, todos somos del mismo tierrero, como dicen por ahí.
¡Pero claro! La lista es grande. Hay gente como Pedro Miguel Estrada, Carlos Raúl Yepes, Roberto Rave, todos los que están en ‘Libertank’, que nos dan la mano en las cosas que hacemos y nos permiten crecer. ¿Sabés qué es lo que pasa? Que los empresarios no pueden seguir sintiendo miedo de mostrar lo que hacen por este país. En la comuna 13, por ejemplo, hubo un gran esfuerzo de los líderes de allá pero detrás hay un apoyo de la gente que no quiere salir en el periódico pero que hizo que eso se transformara. ¡Es muy teso! Yo creo que ha sido muy bonito que ese empresariado nos haya acogido; que nos haya abrazado. No me estás preguntando, pero aquí en Medellín están pasando unas conversaciones de esas que uno llamaría improbables, y eso es una ‘chimba’ porque desmonta un montón de prejuicios y nos permite avanzar.
No, José. A este país le hace falta promover toda la gente buena. Frustraciones por montones. Sabemos qué es emprender pero a veces uno ve que las oportunidades se limitan, pero lo bueno de haber vivido tantos episodios tan duros es que rendirse va siendo cada vez menos una opción.
Uh… aunque a veces uno se frustre, cuando uno puede ver las vidas que cambia, hace que todo valga la pena
De todo, pero lo que más me gustaría es que la escuela de barrio que ahora tenemos pase a ser realmente una academia donde haya una oportunidad para que los jóvenes con bastante talento salgan todavía más adelante. No es regalar nada, Jose, pero sí que haya herramientas para entrar a competir.
Uy, dos cosas urgentes: la primera es que los chicos tengan uniformes porque a veces nos da pena en las presentaciones que los muchachos de nosotros se ven todos ‘gaminosos’, ja, ja. Y la segunda es poder tener un estudio de grabación. Eso sería un sueño increíble.
Se mantiene muy enferma, pero es una mujer muy guerrera. Ella no está esperando a que yo le regale la olla arrocera. No. Ella trabaja para conseguirla. Dice que conmigo tiene emociones encontradas: este man la ‘cagó’ mucho, pero también hace un montón de cosas. Cuando le preguntan que yo qué hago, ella responde: “yo solo sé que el mono hace un montón de cosas”. Sigo viviendo con ella y con mi hermano. A mi papá sí lo asesinaron en 2012.
Uh… aunque a veces uno se frustre, cuando uno puede ver las vidas que cambia, hace que todo valga la pena. Esta es una generación que no está perdida. Todo va sumando. No podemos parar. Eso soy yo, a pesar de todo por lo que he pasado: un optimista por convicción.
jOSÉ mANUEL aCEVEDO
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